La profesora que rompe barreras sociales e inspira a niñas peruanas a través del ballet.
Un grupo de niñas sueña con participar en un certamen de danza en Estados Unidos. Maricarmen Silva, ex integrante del Ballet Municipal de Lima, dedica sus días a formarlas gratuitamente y a enseñarles que el ballet más que una disciplina, es una oportunidad de vida.
Era el año 2007. Maricarmen tenía 42 años y una carrera exitosa que la respaldaba. Había bailado en el Ballet Municipal de Lima, el Ballet Nacional del Perú e incluso en el Ballet Municipal de Santiago de Chile. Enseñar aún estaba en su lista de espera. Pero cuando una colega le sugirió ser voluntaria en el colegio estatal Brígida Silva de Ochoa, ubicado en Chorrillos, supo que era el momento. “Siempre quise enseñar y estaba muy interesada en formar parte de un proyecto social”, cuenta la bailarina.
Este año, el objetivo es participar en el certamen de danza All Dance World Orlando, que será en Estados Unidos, en noviembre próximo. Y aunque llevan meses preparándose, el dinero sigue siendo un constante impedimento para cumplir sus sueños.
Pasando el patio de recreo y al fondo del pasillo se encuentra el salón de cuarto año de secundaria. Minutos antes de la una de la tarde, los alumnos escuchan su clase con normalidad. Pero en cuanto las manecillas del reloj marcan el cambio de hora, Maricarmen y sus niñas entran al aula, mueven las carpetas y dejan el espacio despejado: la clase de ballet está por empezar. El ambiente no es el ideal. El piso es de losetas, lo que dificulta algunos movimientos como los saltos; está rodeado de tierra, por lo que es complicado mantenerlo limpio; y el espacio es reducido, a pesar de que las alumnas inscritas son numerosas. Pero a ellas nada las li
mita. Ni siquiera su vestuario. Algunas llevan malla, tutú y zapatillas de ballet, pero otras visten uniforme y medias escolares pues no les alcanza para comprar la indumentaria adecuada.
Los encargados colocan las barras en el centro del salón. Son nuevas: hasta hace poco hacían los ejercicios de calentamiento apoyándose en los respaldares de las sillas de madera. Las niñas se paran frente a los espejos –han situado un par en una de las paredes del aula– y empieza la clase. Dura una hora aproximadamente. Practican algunas posiciones básicas y luego ejercicios laterales: saltos, desplazamientos y giros. El salón se mantiene en silencio. El único sonido es el de la música clásica y los pies deslizándose por el suelo. Los empeines curvos, los dedos en punta, los cuellos y las espaldas estirados, los brazos redondos, firmes y al mismo tiempo dóciles.
Las dos horas semanales no alcanzan. Por eso, catorce de las niñas asisten todos los días al taller de Maricarmen, ubicado en Miraflores. Allí continúan su preparación junto a otras pequeñas que también participarán en el concurso de Orlando. Son alumnas del taller también. Se han vuelto amigas muy rápido y anhelan la llegada del gran viaje juntas. “En el ballet, somos amigas y nos ayudamos entre todas. Ellas son buenas, no presumen de lo que tienen ni de dónde viven”, comenta Claudia Chircca (11).
Pero no siempre fue así. Maricarmen recuerda un grupo de alumnas que dejó su taller tras la llegada de las niñas de Chorrillos. Una realidad dura de aceptar, pero que aún sucede. El papel del arte como elemento unificador siempre hace falta.
Estados Unidos no es su primer anhelo. Estas niñas apuntan más alto. En el 2017, participaron en el certamen All Dance Perú y ganaron numerosos premios, haciéndose así acreedoras de una invitación para concursar en Brasil. El año pasado lograron viajar a Río de Janeiro y regresaron con 24 trofeos a casa. Ahora se preparan para viajar al concurso de Orlando con la esperanza de recaudar los fondos necesarios, pues los gastos escapan de sus presupuestos.
Pero ellas no bajan los brazos. Para recaudar fondos, Maricarmen y las niñas han optado por reciclar plástico, cartón, papel, fierro y todo lo que se cruce en su camino. Lo que acopian lo venden a un camión recolector que visita el colegio con frecuencia. A su vez, se dedican a vender ropa y juguetes usados a sus vecinos del barrio. Así han logrado juntar un monto de dinero desde que empezaron estas prácticas el año pasado.
Sin embargo, hace poco donaron la totalidad de sus ahorros a Nicole (11), una de las pequeñas de la clase, que fue detectada con púrpura trombocitopenica immune. Era una cuestión de vida o muerte. Debido a su condición, Nicole no puede bailar. Debe evitar cualquier golpe que la ponga en riesgo de desangrarse. Pero a ella eso no la derrumba. “Extraño mucho bailar, pero siempre pienso en positivo. Sé que me voy a curar y el doctor me va a decir que ya puedo regresar al ballet. Mi sueño es bailar en Orlando y conocer a las princesas de Disney”, revela la pequeña.
Nicole sonríe junto a su hermana menor, Keith, y su madre.
“Llegué a un colegio solo a enseñar ballet, a convertirlas en bailarinas. Pero conforme pasó el tiempo me di cuenta de que el ballet estaba cambiando las vidas de estas niñas”, reflexiona Maricarmen.
Ansiosas de conocer el mundo, las niñas cuentan los segundos para su viaje. Uno que no solo mejorará su danza, sino que cambiará su modo de ver y afrontar la vida. Siempre con una sonrisa en el rostro y el pie derecho adelante, listas para dar el siguiente paso.
Un ejemplo desde Rusia
El elenco del Ballet Estatal de Rusia –ganador de medallas de oro en Italia, Francia, Inglaterra, Japón y Alemania– llega a Lima la próxima semana. Durante su estadía, compartirá una clase maestra con las niñas bailarinas de la escuela de Chorrillos.
La compañía se presentará el 8 y 9 de junio en el Auditorio del colegio Santa Úrsula, ubicado en Miraflores. Las entradas están a la venta en Teleticket de Wong y Metro.
Gracias a TQ Producciones, un porcentaje de las ganancias de sus funciones será donado a las niñas para la compra de los pasajes a Estados Unidos.
Dale 'play' al siguiente video y descubre cómo fue el encuentro entre el Ballet Estatal de Rusia y las niñas bailarinas de la escuela Brígida Silva de Ochoa, ubicado en Chorrillos.
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