Comunidades originarias contra el litio: “Defendemos el agua para toda la humanidad”

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Comunidades originarias contra el litio: “Defendemos el agua para toda la humanidad”




Después de la prolongada protesta que realizaron las comunidades de la puna en contra de la explotación del litio en la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, el problema sigue latente. Mientras el gobierno avanza con la explotación, en el territorio se observan movimientos, vehículos de empresas mineras y hasta visitas supuestamente turísticas que despiertan sospechas entre los pobladores. En tanto, ambientalistas analizan los efectos concretos de estos emprendimientos: miles y miles de litros de agua dulce que se evaporan por día, llevando a lo que consideran una inevitable desertificación que tiene como perjudicados inmediatos a las comunidades pero que también tendrá consecuencias en las ciudades de la provincia.

Néstor Ruiz, antropólogo y perito ambiental, y Orlando Flores, de la comunidad de Abralaite, estuvieron en el programa Día 6 (91.5), donde describieron -cada uno desde su lugar- la situación que atraviesan los originarios de la puna.

Ruiz explicó que las comunidades han llegado a un consenso básico en el cual han delegado todo el poder en la Asamblea General de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc (SGLG), y ninguna comunidad puede por sí misma firmar ningún convenio. “Esto es histórico para Jujuy -analizó-, y permite salvarse de los aprietes que las empresas mineras y el estado provincial suelen hacer sobre ellos. Porque, aunque los hagan firmar, lo que firmen no tiene validez para el conjunto”.

La Asamblea de SGLG viene librando una intensa lucha desde hace varios meses. En febrero pasado mantuvieron un prolongado corte de ruta reclamando que el gobernador se presentara ante ellos y escuchara sus demandas. Por única respuesta, recibieron una “invitación” para que representantes de las comunidades se llegaran a San Salvador de Jujuy, donde serían recibidos en la Casa de Gobierno.

Las comunidades rechazaron el convite, porque no querían que funcionarios del gobierno se reunieran a puertas cerradas. Querían estar todos presentes, porque así es como enfrentan sus cuestiones cotidianas: de manera colectiva. Tampoco iban a trasladarse todos. “Es impensable que la gente abandone el campo. Hay animales para cuidar, hay guaguas, chicos, abuelos. No es lo mismo trasladar a 7000 personas a la capital a que el gobierno vaya con una delegación de cuatro personas en una camioneta y se resuelva el tema”, precisó Ruiz.


“Este gobernador, lamentablemente, llevó las cosas a un punto de no retorno. Cortó todos los vínculos posibles de diálogo al no cumplir con su palabra de ir a la asamblea de la comunidad y hablar con los hermanos”, señaló el ambientalista, y agregó: “Nadie le iba a faltar el respeto ni agraviarlo; no vamos a conocer quizás nunca en la vida gente más respetuosa como la gente de las comunidades de la puna”.

Lo cierto es que las comunidades están atravesando un momento clave. Están informadas y organizadas; sus mujeres y sus jóvenes están activamente involucrados en la defensa de sus territorios y su forma de vida. “Reúnen todo el conocimiento ancestral andino con el que obtienen de la enseñanza occidental”, indicó Ruiz.

Lo que está en discusión es una forma de vivir y el derecho de las comunidades a sostenerla. “No están desocupados”, advierte el antropólogo. Y es verdad. Son económicamente autosuficientes, tienen sus animales, están avanzando en nuevos desarrollos, como por ejemplo el cultivo de frutales a 4000 metros de altura. Y tienen también agua de calidad.


Orlando Flores, de la comunidad de Abralaite, que integra la Asamblea de SGLG, describe lo que está ocurriendo en el seno de sus pueblos: “Es muy preocupante, y de mucho aprender también”, dice.

“Nuestros mayores confiaban mucho en los políticos, pero hoy en día están descreyendo ya de sus palabras. Nosotros, como jóvenes, comenzamos a concientizar a nuestros mayores y nuestras guaguas, sumando a la lucha, hablando desde el Abya Yala, América. Nos decían que éramos jóvenes rebeldes. Pero hoy en día nos están dando la razón. Están entendiendo que ningún gobierno hizo algo por los pueblos más allá de explotarlos y saquearlos y usarlos como mano de obra barata o esclava”, relata Flores.

En este contexto, además, se produce un fortalecimiento de las propias raíces, los saberes y conocimientos ancestrales. “Resurge con fuerza la identidad”, señala.

Esa conciencia está alimentada también por el conocimiento de la historia. Flores menciona hechos como la Batalla de Quera, los Malones de la Paz, las caminatas, el levantamiento de Salinas Grandes. “Hoy exigimos derechos, derechos constitucionales y derechos ancestrales”, afirma.

-¿Cómo se advierten en el territorio las consecuencias de estos emprendimientos?

-Más allá de las noticias y la información que llega a las comunidades, hay movimientos extraños, vuelos de helicópteros, camionetas que entran a los territorios. Algunos por ahí van con el turismo, creemos que camuflados, haciendo relevamiento territorial y estudios. Pero desde el gobierno se desconoce todo. La Secretaría de Minería dice que ellos no otorgaron permisos a nadie para entrar y hacer ningún cateo o exploración. Pero sí están llegando camionetas de mineras diciendo que tienen permisos de hacer esos trabajos, algunas hasta convocando a los comuneros para ocupar en esos trabajos.

-A menudo el gobierno difunde reuniones mostrando que hay diálogo con una parte de las comunidades. ¿Es así?

-El gobierno sí llega a las comunidades, pero en las reuniones no se habla de minería. Llegan por acción social, por salud, y dentro de eso ellos plantean como que se trató el tema, pero no se trata de minería. Van a cumplir un rol que deben cumplir, de asistencia a las comunidades, a la sociedad humana, en realidad. Pero concretamente el tema directo de la minería nunca se habló. Se hablaron muchas otras cosas, pero no de eso. O un toque muy superficial, cuando ellos hablan de avances, de trabajos, de desarrollo.

-¿Hay divisiones entre las comunidades?

-No, no están divididas. Hay distintas posturas, porque no todos pensamos igual y hay distintas maneras de pensar y accionar. Pero hay un solo objetivo, que es el resguardo territorial. Por ahí ellos juegan con la necesidad de la gente, le dicen vas a tener trabajo, hablan de desarrollo. Pero nosotros entendemos que nada de eso se va a dar. Nosotros como pueblos no vamos a ser beneficiarios de un auto eléctrico, porque mucho antes hay muchas otras necesidades primordiales. No hay energía limpia para nosotros.
El litio y el agua

La preocupación por la explotación del litio, al igual que sucede con la minería tradicional, está fundada en la cuestión del agua. “La explotación evaporítica del litio es desertificante y disecadora”, sentencia Ruiz.

El especialista explica que actualmente hay una sola mina de litio funcionando. Y es sobre esa explotación que realizó una inspección, junto a una geóloga, y comprobó en el terreno algo que ni ellos imaginaban, según admite. Y es que la tercera parte de la mezcla química a evaporar es agua dulce que toman de los arroyos. “Eso no lo sabe la gente de Jujuy. Son 2 millones de hectolitros de agua dulce que se evaporan por día, que el viento se lleva fuera de Jujuy”, precisa.


Sobre los emprendimientos mineros que están en marcha, Ruiz mencionó: “Está en instalación Exar, en los salares de Olaroz y Cauchari, que están muy próximos entre sí; está la mina tradicional en Mina El Aguilar; hay un open pit, es decir megaminería a cielo abierto, y en Chinchillas están volando los cerros y se está llevando toda esa basura usando como dique de cola el agujero que dejó Mina Pirquitas, lo cual también es ilegal”.

“Es decir, esto es un viva la pepa”, sintetiza, y afirma que se está violando toda la legislación ambiental con el permiso del estado provincial y del gobierno actual.

Además de las normas ambientales, se está incumpliendo el artículo 169 de la OIT, un tratado internacional que tiene rango constitucional, que establece la obligación de realizar una consulta previa, libre e informada, y obtener el consentimiento de las comunidades que habitan los territorios afectados. Esto tampoco se está cumpliendo, advierte Ruiz, en el caso del cableado de fibra óptica y los proyectos de generación de energía eléctrica.

“Uno queda perplejo. Es como que ya no hay reglas de juego. Se entrega a las multinacionales el permiso de saquear, y lo usan indiscriminadamente”, agrega.

-¿Se puede explotar el litio sin contaminar ni perjudicar el ambiente?

– Nosotros hemos elaborado alternativas. Pero debo aclarar que en este momento de la lucha, las comunidades han resuelto directamente decir que no. Por lo tanto, no lo expreso como algo probable sino como una elaboración científica. El Instituto del Litio de Jujuy, junto a investigadores del Conicet, desarrollaron un método electroquímico de explotación del litio que no usa agua, y obtuvieron hasta premios internacionales a la innovación tecnológica en Europa. Nosotros hemos desarrollado también un método electroquímico, aunque en los papeles, sin prueba de campo. Y en una alternativa incorporamos toda la racionalidad andina que hace que las cosas se hagan en el momento oportuno y por lo tanto no provoque daños ni impacto ambiental. Esta alternativa tampoco usaría agua. Pero insisto: todo esto es en potencial, porque nosotros acompañamos la decisión de las comunidades, que es el rechazo. Entonces no hay más que hablar.


-¿En los emprendimientos actuales no se está usando ninguna de esas alternativas?

-Lo cierto es que tanto en los metales livianos como el litio como en los pesados, los métodos que se están usando en Jujuy son megaminería, es decir, una minería de agua, donde el insumo principal a ser usado evaporado y contaminado es el agua. Y el agua en Jujuy en más de la mitad de su superficie es escasa. Y otra cosa: proviene en gran parte de una reserva que naturalmente por el cambio climático cada vez es menor que son los glaciares tropicales.

-¿Por qué usan entonces el método con agua, si hay otros?

-Porque usar otro método les saldría un poquito más caro. Hay que tener en cuenta que las ganancias que obtienen las empresas de litio desarrolladas en Chile y Argentina son equivalentes a las del narcotráfico. Es decir, son absurdamente grandes. Y ellos mismos lo publican en sus páginas web. En el sitio de Sales de Jujuy cualquiera puede ver que se vanaglorian de obtener beneficios extraordinarios de la explotación de litio. Y eso es porque los estados son débiles y no les hacen cumplir las normativas ambientales.

-Se dice que la demanda de baterías de litio es lo suficientemente grande como para justificar su explotación.

-El litio tiene otros usos probables y posibles que son mucho más beneficiosos que una batería. Y es más: dentro de una década, nadie va a hablar del litio para alimentar las baterías, porque está siendo reemplazado por otros elementos más abundantes en la naturaleza y cuya explotación produce menor impacto ambiental.

-¿Cuáles son esos elementos?

-Le doy dos ejemplos. Uno es el silicio, que es el elemento más abundante de la tierra. Y el otro es el sodio, que es abundante y existe en cualquier mar u océano, y del que tienen disponibilidad todos los países del mundo, incluso Bolivia. En el caso boliviano, ellos acordaron con una empresa alemana que va a hacer un pequeño desarrollo de valor agregado, y es un poquito mejor que el saqueo que hacen en la Argentina y Chile, donde cargan directamente. En Argentina hacen carbonato de litio, lo suben a los camiones, cruzan las fronteras y se van por los puertos. En Chile por lo menos le dan un poquitito más de valor agregado y lo venden como hidróxido de litio, con lo que les dan trabajo a unas cuantas personas más. Quiere decir que acá, empleando a 200 personas, yo estoy extrayendo una riqueza que se fue acumulando durante millones de años y que no mueve el amperímetro, porque Jujuy siegue siendo tan pobre como hace veinte años. Eso lo vemos todos.
El regreso de los jóvenes

Orlando Flores es uno de los tantos jóvenes que partieron a las ciudades a estudiar, y luego volvieron a su comunidad para aplicar allí toda esa experiencia y conocimiento. “Se fue haciendo un trabajo muy de abajo, de hormiga, como decían nuestros mayores, en conjunto, para que nuestros jóvenes volvamos a las comunidades y no nos quedemos en la ciudad”, relata.

Esos jóvenes, como él, que volvieron a su territorio, están ahora reclamando para sus comunidades que haya un desarrollo educativo en la zona, que se abran terciarios y universidades. “La única respuesta que tuvimos del gobierno fue la tecnicatura en Minería -relata-, pero nosotros no vemos que la única salida sea la minería. Hay muchas maneras de sobrevivir y desarrollarse. Ellos ven a nuestros jóvenes como mano de obra, así los han visto a nuestros abuelos y nuestros padres, y nos ven a nosotros hoy día”.

Algo similar pasa con los docentes que dictan clases en las escuelas de la puna. “Muchos son de la ciudad, entonces ellos ven que si han sido familia minera, van a seguir siendo mineros, u obreros, cabreros, llameros. Pero nosotros fuimos creciendo. Nosotros fuimos desarrollándonos. Fuimos y somos una cultura que tiene un desarrollo propio, una tecnología propia, teníamos un idioma propio, una manera de sentir y pensar el cosmos, nuestra filosofía amáutica, la conexión con la naturaleza que teníamos. Y nos fueron apartando”, repasa Orlando.

“Ahora los jóvenes van tomando conciencia de que la ciudad no es su futuro. Lo que pasa es que nosotros vivimos el día a día. Eso nos han enseñado nuestros abuelos: el mañana es incierto. Hoy es el tiempo. El Kay pacha”, agrega.



Se trata, en suma, de “tener un espacio donde vivir sin molestar a los demás, o sin mendigar un espacio en la ciudad”, dice Orlando, y continúa: “Lo bonito que nos mostraban en la escuela de vivir en la ciudad, lo hermoso, los vehículos, los medios de comunicación. Y el campo quedaba abandonado, desierto. Fue estratégico para nosotros pensar de esa manera, y entonces nos íbamos al pueblo o a la ciudad, dejábamos vacío el campo para que ellos lleguen y se sirvan, digamos”.

Pero algo fue cambiando. “Hoy en día hemos empezado a valorar nuestro espacio territorial, ya no en las ciudades, tirados en las orillas de los ríos, porque tenemos un extenso territorio para sobrevivir y tener nuestra propia producción”, afirma.

Así es como muchos jóvenes han estudiado disciplinas como Ciencias Agrarias, por ejemplo, para dar continuidad a lo que iniciaron sus abuelos a través del desarrollo económico de la agricultura y la ganadería. Claro que para llevar adelante estos desarrollos, hace falta apoyo. Y el estado, en este sentido, no está haciendo nada. “Solo hay ofertas económicas y ayudas a las mineras -se lamenta Flores-. Qué bonito sería que el gobierno ponga un fondo especial de la papa, del camélido, para que nosotros no tengamos duda de criar llamas, y saber que si vino la helada o se lo comió el puma tenemos una ganancia igual”.

Frente a la falta de incentivos y apoyos para desarrollar las actividades tradicionales, es que muchos jóvenes optan por aceptar un trabajo en las mineras. “Así por lo menos cobro -refiere Orlando-; no me voy a romper el lomo piqueando y paleando para que después venga la helada y me quede sin nada, o venga el puma me come la llama y me quedo sin nada”.

“Por eso hemos planteado a todos los gobiernos un fondo especial, una ayuda. Nos han mandado programas, pero con préstamos. Y así nosotros seguimos invirtiendo y pagando, sosteniendo a este estado que no nos está dando nada, y nos está saqueando el territorio, contaminando, expulsando”, agrega.

Durante el corte de ruta que realizaron en febrero, debieron soportar una vez más un sinfín de acusaciones. Orlando repasa: “La gente se molesta y nos culpa, nos dicen antidesarrollo, vagos, nos han dicho que éramos una cultura de borrachos, que no queremos trabajar y por eso no queremos la minería. Pero nosotros planteamos la preservación, la conservación del territorio, y sobre todo del agua. La defensa del agua no la planteamos para las comunidades indígenas nomás, es para toda la humanidad. Y no pedimos nada a nadie. Exigimos que nos dejen en paz, nada más”.


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